MADRID
Historia

El diluvio que hace seis siglos quiso sumergir Madrid bajo el agua: destruyó barrios enteros y murieron cientos de personas

Las tormentas de estos días en la región tienen su más severo antecedente en el aguacero de 1434

'Milagro de la Virgen de Atocha en las obras de construcción de la Casa de la Villa' (1676-1700), Anónimo.
'Milagro de la Virgen de Atocha en las obras de construcción de la Casa de la Villa' (1676-1700), Anónimo.M.H.M.
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Aldea del Fresno, Galapagar, Mejorada del Campo, Torrejón de Ardoz... Con su peligrosa locura, la meteorología se ha empeñado en abrir sucursales de Venecia por toda la Comunidad de Madrid. La intensidad de unas llovidas a las que tan poco acostumbrados estamos los madrileños, y que tan poco nos gustan, han dejado agua hasta la bandera en numerosos enclaves de la región. Y parece que el jarreo ha venido para quedarse. Al menos hasta finales de este húmedo marzo, el más acuático soportado en los últimos años.

Incómodas en los márgenes fluviales, tan nefastamente mantenidos por los municipios, las corrientes pegan un salto más allá de sus orillas y, desbordadas, se lanzan animadas e incontenibles. Es cuando se produce el sinsentido semántico de avenidas de agua que quieren pasar por estrechas callejas. En su furor irrefrenable pueden levantar rompientes con coches amontonados, destruir barrios enteros y llevarse por delante lo que encuentran. Lo sufrieron hace cinco meses los valencianos.

Crujen estos días los muros de las presas y se desembalsan la mayor parte de los pantanos. Los ríos son vigilados como convictos en día de permiso penitenciario y las crecidas se afanan día tras día en batir récords de altura que para sí quisiera el campeón de pértiga Mondo Duplantis.

Aseguran los expertos que quien mueve los hilos de estos trastornos climáticos es ese ente imprevisible y feroz llamado cambio climático. Dio sus primeros tímidos pasos a mediados del siglo XVIII, cuando se desencadenó la Revolución Industrial. Una causa a la que los terraplanistas y demás negacionistas se oponen con ardor.

La tesis no contradice la aparición de episodios similares en tiempos pasados. Entre todos ellos, destaca el diluvio sobrenatural que entre 1434 y 1435 quiso que Madrid se convirtiera en la Atlántida.

El primer tercio del siglo XV fue pródigo en tempestades, nevazos y otras inclemencias climáticas. Tuvieron consecuencias dramáticas: sequías bíblicas, heladas polares, desplazamientos de población, hambrunas y epidemias, que se manifestaron con especial intensidad en el centro de la península.

Tuvieron su momento de esplendor en aquella arroyada que, durante tres largos meses, colmó de agua la capital. El relato de las crónicas del que fue denominado como pequeño diluvio, no deja lugar a dudas y lo coloca destacado por encima del resto de nubadas soportadas por Madrid a lo largo de toda su historia.

'Chateau de Madrid' (1534), de Jan Cornelisz Vermeyen (1504-1559).
'Chateau de Madrid' (1534), de Jan Cornelisz Vermeyen (1504-1559).THE MET

«Sucedió tan gran infortunio de agua y nieve... en tanto grado que se hundieron, muchas casas en perjuicio de sus moradores; y llegó a tanto la necesidad y falta de bastimentos, que en quarenta dias todos los vecinos comieron trigo cozido por falta de agua, vino a ser tanta la carestía de las cosas, que no se podían los hombres sustentar».

La mañana del 29 de octubre de 1434 fue cuando comenzó a llover. Al principio, los madrileños pensaron en las habituales lluvias otoñales, tan bienvenidas en la capital tras los ardores estivales. La cosa pasó a mayores y empezó a nevar. Llegaron las Navidades y del cielo madrileño continuaban cayendo chuzos de punta. No coinciden los testimonios a la hora de señalar la fecha en la que concluyó aquel diluvio. El historiador Esteban Azaña refiere a el episodio como un «año terrible de peste y aguaceros, pues llovió desde el día de Todos los Santos hasta el 31 de enero».

Como fuera, el desastre que dejaron fue colosal. Madrid quedó destruida. Paños enteros de las murallas árabes se deshicieron como azucarillos; el Manzanares se llevó por delante los puentes que lo cruzaban; barriadas enteras, como las de San Pedro y Santa Cruz, quedaron sumergidas y se derrumbó un incontable número de casas. Los muertos se contaron a centenares.

Los habitantes de aquellos barrios, donde vivían mayoritariamente musulmanes y judíos, escaparon de Madrid para ponerse a salvo. Las lluvias afectaron al antiguo Alcázar, que se alzaba donde hoy está el Palacio Real. El propio monarca Juan II abandonó precipitadamente la Corte, atemorizado por las tremendas precipitaciones.

La referida peste no tardó en convertirse en una vecina más de Madrid. La epidemia pudo prolongarse hasta el brote de 1438, que causó la muerte de más de 11.000 personas, más de la mitad de población que tenía Madrid. Juan II mandó construir en la Puerta del Sol el hospital de San Andrés para albergar a los infectados.

«Las lluvias intensas son fenómenos que, de cuando en cuando, se pueden producir en el clima mediterráneo interior de Madrid, si bien con menos frecuencia e intensidad que en otras regiones peninsulares». señala Ricardo Torrijo desde la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET).

En el siglo XV no existía ninguna agencia de emergencias y seguridad ni tampoco la AEMET para obtener datos fiables. Valorando sus consecuencias y salvando las distancias, se puede concluir que el diluvio de 1434 fue más mayúsculo que los aguaceros dejados por Konrad, Jana, Ivo, Aline y el resto de borrascas que han pasado estas semanas por nuestros cielos.

OTROS EPISODIOS FEROCES

Entre los sucesos meteorológicos inusuales que se han repetido en Madrid a lo largo de su historia, las últimas grandes precipitaciones se produjeron en 1987, 1989, 1990, 1995 y 1997, que en todos los casos provocaron desbordamiento de los ríos de la región y diversos daños de importancia.

El 21 de septiembre de 1972 cayó la mayor tormenta en la capital registrada hasta entonces en un día. El aguacero estableció el récord de precipitaciones desde que el observatorio astronómico de Madrid empezó a recoger datos meteorológicos desde 1860. En aquella ocasión se recogieron 87 litros por metro cuadrado. El récord se batió el reciente 19 de octubre de 2023, que registró en el centro de Madrid 107,8 litros por metro cuadrado.

La dana de 1972 convirtió las calles en ríos en Vallecas, Ventas, Villaverde y otros distritos. Provocó importantes cortes en el suministro eléctrico, inundó varias líneas de Metro y provocó centenares de salidas de los bomberos y de la policía municipal. La Sierra madrileña correspondió al episodio capitalino, cubriéndose con un manto de nieve de más de tres metros de espesor en algunas zonas. Fue la última gran nevada que cayó sobre la Sierra de Guadarrama. Aunque la antepasada de Filomena fue una fuerte nevada que en diciembre de 1884 cubrió Madrid, con espesores que sobrepasaron en algunos puntos un metro de altura. La ciudad se paralizó y se produjeron varias muertes.